Editorial N°1

“El Perú se ha caracterizado por cumplir fielmente con los tratados limítrofes suscritos…” afirmaba el historiador tacneño Jorge Basadre ante un grupo de estudiantes en la Universidad San Marcos a comienzos de la década de 1950.

En efecto, si bien heredamos del Tahuantinsuyo y Virreinato un extenso territorio; no obstante, al constituirse los nuevos Estados sudamericanos tras independizarse de la corona española o portuguesa en el siglo XIX, la configuración de las fronteras del Perú fue modificándose con el transcurrir de los años, materializándose con la ocurrencia de contiendas bélicas y la suscripción de tratados diplomáticos fronterizos.

Paradójicamente, a comienzos de julio del presente año, mientras se desarrollaba una reunión fronteriza tripartita entre alcaldes y funcionarios de Brasil, Colombia y Perú, se puso en tela de juicio la peruanidad de la isla Santa Rosa, a través de la desafortunada declaración de un funcionario de la Cancillería colombiana.

Si bien en los siguientes días, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Colombia lamentó el incidente ocurrido en el referido encuentro; no obstante, es menester recordar que la demarcación de los límites entre el Perú y Colombia fueron fijados en el denominado Tratado Salomón-Lozano suscrito en 1922, ratificado por nuestro parlamento a finales de 1927 y puesta en vigencia en agosto de 1930.

Sin embargo, luego del incidente en Leticia que llevó al enfrentamiento entre las fuerzas armadas peruanas y colombianas en los años 1932-1933, se dio paso a la firma en mayo de 1934 de un protocolo y acta adicional que reafirmaron la vigencia del Tratado de 1922, que “no podía ser modificado o alterado sino por mutuo consentimiento de las Partes o por decisión de la justicia internacional” (Raúl Porras y Alberto Wagner, 1981, 112).

Desde entonces, las relaciones entre ambos países sudamericanos se han caracterizado por ser fructíferas, incluso sumando esfuerzos e intercambiando experiencias para enfrentar problemas internos como el terrorismo y narcotráfico, que amenazaron el bienestar de sus respectivas poblaciones.

Además, debemos agregar que, en el marco de los bicentenarios de las Batallas de Junín y Ayacucho (1824-2024), los peruanos recordamos con gratitud el protagonismo de ilustres colombianos como por ejemplo del general José María Córdova, además de la posterior actuación del coronel José Cornelio Borda, quien entregó su vida durante el Combate del Callao acaecido el 2 de mayo de 1866. Ambos personajes son referentes de la confraternidad y colaboración entre ambos países sudamericanos.

Por eso, respaldados por la historia y la geografía, reafirmamos la peruanidad de isla Santa Rosa, formada a partir de 1950 como consecuencia de los cambios hidro morfológicos que derivaron en la aparición de un canal que dividió parte de la isla peruana llamada Chinería. Aquella porción de esta última, a la que denominamos Santa Rosa, es la que fue cuestionada por el funcionario antes mencionado.

No debemos olvidar que el “thalweg, constituye la frontera entre Perú y Colombia, así como entre Perú y Brasil […]” (Fabian Novak y Sandra Namihas, 2011, 38-39). Aquella denominación hace referencia a la “Línea formada con la unión de puntos de mayor profundidad en un río” (Servicio de hidrografía y navegación de la Amazonía-Marina de Guerra del Perú, 2021, 22).

Por ello, manifestamos que los acuerdos suscritos en el Tratado Salomón-Lozano por nuestros antecesores en 1922, debe ser respetado. No olvidemos que el acato a los acuerdos suscritos prestigia al hombre, a sus pueblos y sus instituciones.